ANCORA, XII

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ANCORA, XII

No obstante,

dramática contradicción,

la soledad me ahoga,

sus prisiones

me cercan como un cilicio,

que al herirme, me cubre

y se transmuta en mi epidermis.

Me he ido convirtiendo

en un monólogo frente al abismo

y sin embargo,

la palabra es mi salvación,

mi antorcha y mi horizonte,

con ella he construido

la senda que recorro.

Su vuelo

me conduce a otros seres.

Es mi claraboya

por la que surge la claridad

y en la que aparecen

la codorniz y el viento.

Las hojas otoñales

también la buscan

y de algún modo

mucho me dicen

con su sequedad de muerte.

Y así,

sincronizada a mi cárcel,

vivo un corro de sueños

que son todas las voces que me ocupan,

imágenes en espiga que se reproducen

inventando con su danza

una red de planetas

y soy nuevamente

la que explora con el asombro vivo,

la que recorre rutas

y concibe senderos,

estupefacta de la creación

y fiel al áncora de sílabas,

más que instrumento concertino,

mucho de ojo mágico

apenas fuente alucinante

y sin duda

yo misma acaso salva.

                                    (De Áncora)

                                    

 

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