G. I. Gurdjieff, convierte al propio Belcebú, uno de los primeros rebeldes mitológicos, en el héroe de la primera serie de su obra «De Todo y Todas Las Cosas», aquel gran mito que fue su legado para la construcción de un nuevo mundo. El retorno con honor después de su largo destierro, hace protagonista al mismísimo Belcebú en la síntesis grandiosa que llamó «Relatos de Belcebú a su nieto».
Las palabras que Gurdjieff atribuye a su propia abuela paterna: “En la vida, nunca hagas lo mismo que los demás”, estimulan al rebelde, al héroe infante en cada uno de nosotros.
En estos relatos, Gurdjieff desmantela el «súper-ego» de todo el mundo occidental y de buena parte del Oriente, para limpiar el camino que permita el surgimiento de la Consciencia.
En el desarrollo de aquella narración, Belcebú asume voluntariamente una tarea al servicio de la INFINITUD de nuestro Padre Común, para convertirse en una partícula del Gran Todo y para que se le permita retornar al Centro, que es su origen primordial, desde la oscuridad exterior, que es nuestro sistema solar.
La idea es que las tareas terrenales de regeneración son indispensables para el héroe, y si no las asume, se mantendrá como un “puer aeternus”, un eterno infante, un «Peter Pan», viviendo para siempre en el mundo de «nunca-jamás» de los heroísmos imaginarios, de los sueños y alucinógenos de nuestros tiempos; o será un eterno adolescente rebelde, amontonando bombas en la oscuridad de lo subterráneo. Este ha sido el destino de muchos de los héroes rebeldes de los últimos años.
El Héroe adulto asume voluntariamente su tarea, no en obediencia a santidades o autoridades externas, sino al servicio de Dios —el centro más íntimo y profundo de sí mismo, que es también el centro del Cosmos.
Pero ¿cuál es su tarea? Podríamos suponer que aquí llega el momento de “asesinar al Dragón”, y sabemos que se suele representar al Dragón como «Guardián» del pozo o la fuente del «Agua de la Vida», donde mantiene cautiva a la Princesa. Pero cuando seguimos hacia atrás las huellas del mito hasta llegar a sus versiones más tempranas, descubrimos que en esa etapa del proceso, cuando el Héroe ya ha nacido pero aún no emprende su tarea, resulta que la Fuente de la Vida, la Princesa y el Dragón, son todos la misma cosa, o la misma persona.
En una antigua versión del mito que se encuentra en el “Rig-Veda”, el Dragón o serpiente Apala, Diosa de la Tierra, aborda al héroe divino Indra, pidiéndole que la abrace en su forma repulsiva. Al besar a esta «Dama-Dragón», el héroe bebe el «Soma» de sus labios, recibe su poder y su conocimiento.
Indra conduce a Apala a través del eje de cada una de las tres ruedas de su carruaje solar. Al final del recorrido ella emerge despojada de su piel, con una apariencia nueva. El Dragón se ha convertido en la Princesa, y aquella que, bajo la forma del Dragón gobernaba la tierra, entrega al héroe la soberanía…
El principal mensaje del dragón es: “Despierta, Vigila, Préstame Atención, o pierde la cabeza, y con ella tu capacidad de visión.” Cada vez que lo olvido, permito el asesinato del Rey dentro de mí. El Rey Mismo nunca muere, pero el Dragón tiene el poder para eliminarlo del «Reino de Mí Mismo». Esta es la paradoja que dejaba perplejos a los padres de la iglesia: el Rey del Universo no es necesariamente Rey sobre una psique humana determinada. El Rey solo tiene soberanía sobre un pequeño círculo de luz en medio de las inmensas y sombrías selvas de mi inconsciencia.
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