En la vida ordinaria la gente desempeña papeles inconscientemente. Gurdjieff los desempeñaba conscientemente, y los que trabajaban estrechamente con él usualmente sabían cuando estaba desempeñando un papel. El teatro consciente tiene que ver con “interpretar papeles»…
En su «Carta a un Derviche», Gurdjieff escribió:
«el signo de un hombre perfeccionado y su particularidad en la vida ordinaria debe ser que, con respecto a todo lo que sucede fuera de él, es capaz, y puede, como una acción valiosa, desempeñar a la perfección externamente la parte correspondiente a la situación dada; pero al mismo tiempo nunca debe involucrarse o estar de acuerdo con ella. Yo también, en mi juventud, como ustedes más o menos saben, con el convencimiento de esta verdad, trabajé mucho sobre mí con el propósito de alcanzar una bendición que yo creía predestinada por el Cielo; y después de enormes esfuerzos y de continuo rechazo de casi todo lo merecido en la vida ordinaria, finalmente logré un estado en el que nada del exterior podía realmente tocarme internamente; y, en lo que se refiere a la actuación, llegué a tal perfección como nunca había sido soñado por la gente culta de la antigua Babilonia, para los actores en el escenario»…
Cuando un ser está viviendo experiencias, sus manifestaciones son la única forma de comunicación. Lo subjetivo en mí, nunca se convierte en lo objetivo del espectador; él sólo puede ver mis manifestaciones y comprender solamente lo que yo mismo manifiesto.
EN EL TEATRO ANTIGUO SE ENSEÑABA AL ALUMNO A “ACTUAR CONSCIENTEMENTE”, es decir, no a dar rienda suelta a una manifestación inconsciente de sus sentimientos, pensamientos y deseos, sino a transmitir la impresión que deseaba.
Se puede decir que sí hacemos esto en la vida se trata de una falta de sinceridad; lo es si por sinceridad se quiere decir una incapacidad para controlar las manifestaciones…
En la antigua Grecia, por ejemplo, la Escuela Pitagórica fue originalmente un terreno de entrenamiento para la vida, para la «vida universal»: UNA UNIVERSIDAD VERDADERA, no como actualmente, de lo que se quejan tantos jóvenes, un monasterio sin contacto con la vida.
La Escuela de Pitágoras, era un campo de entrenamiento de esa categoría. Los pitagóricos eran creadores de «misterios». En el misterio está lo extraordinario, lo no ordinario. En las representaciones de su «teatro», los espectadores tenían que mantener su atención sobre el actor para discernir lo inesperado, de lo cual podían aprender algo. Y en las formas más elaboradas del «teatro consciente» se esperaba que el alumno tomara una situación e interpretara un papel consciente con actores inconscientes, pero de manera que pudiera ser comprendido.
Gurdjieff sabía y hacía saber de esta capacidad, interpretaba papeles que pocos interpretarían o podrían interpretar. Yo mismo me sentía desconcertado a menudo; e incluso Stjoernval, De Hartmann y De Salzmann, y especialmente Ouspensky, a veces se sentían hasta engañados, y eso sin mencionar a los más jóvenes.
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