En el hombre completo existen siete centros, dos de los cuales, los centros superiores, están plenamente desarrollados pero no se relacionan corrientemente con los cinco centros inferiores, lo que provoca un funcionamiento deficiente debido, al menos en parte, a la educación defectuosa a la cual se ha sometido al hombre, y en particular a su centro pasional, sentimental y emocional, desde su nacimiento.
Estos centros inferiores son: el centro instintivo, que gobierna las funciones involuntarias del cuerpo; el centro motor que se ocupa de las actividades del cuerpo bajo el control de la voluntad del hombre; el centro pasional, sentimental y emocional, que dirige las emociones diarias, la mayoría negativas; y el centro pensador, el espíritu, lo mental o intelectual.
En la vida corriente, los centros instintivo y motor reaccionan como un centro único, llamado centro instintivo motor o centro activo.
De este modo, el hombre puede considerarse como un ser tricéntrico; cada uno de sus centros reacciona a través de una parte del sistema nervioso. Por esta misma tazón, el hombre puede considerarse como un ser tricerebral, distinguiéndose así de un ser bicerebral como la oveja y de un ser unicerebral como el gusano de tierra. Es este cerebro complementario, físicamente situado en lo que se denominan «partes silenciosas» de los hemisferios cerebrales, lo que permite al ser humano poseer una mayor consciencia que el resto de animales para llegar a ser un individuo independiente, un ser inmortal en potencia.
Los pensamientos del hombre y sus sentimientos deben armonizarse e integrarse conjuntamente con el cuerpo para que llegue al estado de hombre entero y perfecto. Las vibraciones sonoras pueden ayudar mediante una música especial, selectiva, constructiva, liberadora, objetiva y consciente, compuesta por quien conoce y comprende a fondo las leyes de las vibraciones. Gurdjieff ha legado composiciones musicales que afectan no sólo los humores y las emociones superficiales, sino que también activan y despiertan sentimientos reales, los impulsos sagrados más profundos. Una música tal puede aliviar las tensiones y liberar los sentimientos, ayudando al hombre a convertirse en un ser más consciente. El cuerpo comprende y obedece a esta música.
Los movimientos especiales, la base original de las danzas sagradas practicadas en los templos, son una parte integrante de la enseñanza y el trabajo que impartía Gurdjieff. No son fáciles de dominar. Se conciben de una forma tal que las diferentes partes del cuerpo no se desplazan con normalidad, sino que se mueven a su propio ritmo y en un orden inesperado, difícil de aprender y que requiere una atención máxima. La práctica de dichos movimientos conduce al control perfecto de todas las emociones y pensamientos indeseables, así como al control del cuerpo.
El entrenamiento por el sistema de Gurdjieff enseña al cuerpo y a su sistema nervioso, en particular, a trabajar de la manera para la cual se ha creado, y no de una forma «normal», es decir, descuidada. El cuerpo humano y su sistema nervioso aseguran el mejor resultado cuando solamente funcionan las partes esenciales al movimiento a ejecutar para la actividad
en curso, y el resto de las partes permanecen en reposo. Es cuando el cerebro está despierto y reacciona de la mejor forma, con la máxima eficacia, pero en la mayoría de las ocasiones, el hombre tiene demasiadas preocupaciones y tensiones inútiles, y numerosas células nerviosas, músculos y otros órganos permanecen en estado constante de alerta sin necesidad, incluso en la ejecución del movimiento más simple. Tal estado de tensión inútil malgasta una gran cantidad de energía, que se podría utilizar de una mejor manera.
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