Es necesario comprender que el conocimiento no puede pertenecer a todos, ni aun puede pertenecer a muchos. Así es la ley, y usted no la comprende porque no se da cuenta de que como toda cosa en el mundo, el conocimiento es material. Es material—esto significa que posee todas las características de la materialidad. Se puede afirmar que durante el curso de un cierto período, digamos un siglo, la humanidad dispone de una cantidad definida de conocimiento.
Es un hecho que la gran mayoría de la gente ignora el deseo de conocer; rehúsa su cuota de conocimiento y descuidan aun tomar en la distribución general la porción que les está destinada para las necesidades de su vida. Esto se hace particularmente evidente en períodos de locura colectiva, de guerras y de revoluciones, cuando los hombres parecen perder súbitamente hasta ese pequeño grado de sentido común que tenían de ordinario, y convertidos en perfectos autómatas, se entregan a matanzas gigantescas, como si ya no tuvieran siquiera instinto de conservación.
Es así como grandes cantidades de conocimiento, de cierta manera permanecen sin reclamar, y pueden ser distribuidas a los que saben apreciar su valor.
En la vida de la humanidad hay períodos que coinciden generalmente con el comienzo de la declinación de las civilizaciones, cuando las masas pierden irremediablemente la razón y se ponen a destruir todo lo que ha sido creado en siglos y milenios de cultura. Tales períodos de locura, a menudo concordantes con cataclismos geológicos, con perturbaciones climáticas y otros fenómenos de carácter planetario, liberan gran cantidad de esta materia del conocimiento. Se hace entonces necesario un trabajo de recuperación sin el cual ésta se perdería.
Es así como el trabajo de recolectar la materia esparcida del conocimiento coincide frecuentemente con la declinación y la ruina de las civilizaciones.
Este aspecto de la cuestión es claro. Las masas no se preocupan del conocimiento, no lo quieren, y sus jefes políticos, en su propio interés, no trabajan sino para reforzar la aversión y el temor que ellas tienen a todo lo que es nuevo y desconocido.
El estado de esclavitud de la humanidad está basado en este temor. Es hasta difícil imaginar todo el horror de esto. Pero la gente no comprende el valor de lo que pierde de esta manera.
Y para captar la causa de tal estado, basta con observar cómo vive la gente, lo que constituye sus razones para vivir, el objeto de sus pasiones o de sus aspiraciones, en qué piensan, de qué hablan, a qué sirven y qué adoran. Vean a dónde va el dinero de la sociedad culta de nuestra época; dejando de lado la guerra, consideren aquello por lo que se paga los más altos precios, a dónde van las muchedumbres más densas. Si se reflexiona un instante acerca de este despilfarro, entonces se hace claro que la humanidad, tal cual es ahora, con los intereses de los cuales vive, no puede esperar otra cosa que lo que tiene. Pero, como ya lo he dicho, nada de esto se puede cambiar.
¡Imagínese que no haya disponible sino media libra de conocimiento por año para toda la humanidad!… Si este conocimiento se difunde entre las masas, cada uno recibirá tan poco que seguirá siendo el mismo tonto de antes.
Pero, por el hecho de que tan sólo algunos hombres desean este “conocimiento”, aquellos que lo piden podrán recibir, por así decirlo, un gramo de él, y adquirir la posibilidad de llegar a ser más “inteligentes”. No todos podrían llegar a ser “inteligentes” aunque lo desearan. Y si llegaran a ser inteligentes, esto no serviría de nada, pues existe un equilibrio general que no puede ser trastocado.
La adquisición o la transmisión del verdadero conocimiento exigen una gran labor y grandes esfuerzos, tanto de parte del que recibe como del que da. Y aquellos que poseen este conocimiento hacen todo lo que pueden para transmitirlo y comunicarlo al mayor número posible de hombres, para facilitarles su acercamiento y tornarlos capaces de prepararse para recibir la verdad.
Pero el conocimiento no puede ser impuesto por la fuerza a aquellos que no lo quieren, y como acabamos de ver, el examen imparcial de la vida del hombre medio, de sus intereses, de lo que llena sus días, demostrará al instante que es imposible acusar a los hombres poseedores del conocimiento de que lo ocultan, de que no quieren transmitirlo o de que no desean enseñar a los otros lo que ellos mismos saben.
Eduardo Urrutia
«Nada de esto puede cambiar»¡……………..sin embargo es urgente y necesario tener «una luz de esperanza al fondo del tunel», comprendiendo a fondo el gran condicionamiento sicológico de tu mente, aceptando seria y profundamente que tu «eres el resto de la humanidad», que tu conciencia es la conciencia global, te liberas de dicho condicionamiento y asumes una gran responsabilidad con todos y revolucionas radicalmente tu conciencia para que cambie la humanidad toda.