El mundo exterior nos parece algo allegado a nosotros, pero no como si estuviésemos en contacto con él, sino como si estuviéramos en él. No advertimos que estamos en contacto con él por medio de los órganos de nuestros sentidos ubicados sobre toda la superficie de la carne.
No tenemos la impresión de estar mirando hacia el mundo a través de aquella maquinaria viva que son los nervios de nuestros ojos. Nos parece que el mundo está ahí, y que nosotros estamos en medio de él.