No es menester pensar que las apariencias en sí mismas sean ilusiones, o que los sentidos nos muestran un mundo ilusorio. Nos muestran una parte de la realidad. ¿Y acaso la ilusión no comienza ahí donde tomamos las apariencias por la realidad final? ¿No es el comienzo de la ilusión el creer que la percepción sensorial es la única medida de lo real? Por cierto que el mundo visible es real, pero no abarca toda la realidad. Está hecho de realidades invisibles que le rodean por todos lados. El mundo visible está contenido en un mundo invisible —pero invisible tan sólo para nosotros—, mucho más grande. Y al estudiar el uno no tenemos porqué perder el otro, sino que agrandamos aquél dentro de éste. Pero como la lógica natural de todos los días está tan estrechamente conectada con el pensamiento sensorio, lucha contra esta expansión del mundo. Su forma de comprensión se convierte en una barrera psicológica que impide una mayor comprensión.
Si en alguna forma, que ignoramos, nos fuese posible captar la totalidad de las cosas, si pudiésemos captarla abstraídos de los sentidos, podríamos, según algunas autoridades antiguas, percibir el universo como la unidad que originalmente implica la palabra.
‘Si los sentidos fuesen eliminados, el mundo aparecería como una unidad’ (Literatura Sufí).
Los sentidos dividen la totalidad de las cosas, y, al guiarnos por las pruebas que nos ofrecen, reunimos una enorme cantidad de pequeños hechos aislados. Olvidamos que son trozos de un gigantesco sistema. Estos pequeños hechos nos intoxican muy fácilmente. No sólo nos limitamos a pensar que algo hemos descubierto, sino que hasta llegamos a pensar que lo hemos creado.