Cuanto más veíamos y más nos dábamos cuenta de la complejidad y de la diversidad de los métodos del “Trabajo Sobre Sí”, tanto más evidentes nos parecían las dificultades del camino.
Comprendíamos que además de un saber vasto y de esfuerzos inmensos, había la necesidad imperiosa de una ayuda que ninguno de nosotros podía ni tenía derecho de esperar. Nos dábamos cuenta de que el solo hecho de tomar en serio el “Trabajo Sobre Sí” era un fenómeno excepcional que exigía millares de condiciones favorables, interiores y exteriores.
El hecho de comenzar el trabajo no daba ninguna garantía para el porvenir. Cada paso demandaba un esfuerzo, cada paso reclamaba una ayuda. La posibilidad de alcanzar cualquier cosa parecía tan ínfima en comparación con las dificultades, que muchos de los nuestros perdían todo deseo de hacer esfuerzos.
Cada uno debe pasar por eso, obligatoriamente, antes de poder comprender cuán inútil es pensar en la posibilidad o imposibilidad de grandes y lejanos logros; el hombre debe aprender a apreciar lo que adquiere hoy, sin pensar en lo que puede adquirir mañana.
Pero sin ninguna duda, la idea de un camino difícil y exclusivo era justa. Y ésta nos llevó más de una vez a plantearle a Gurdjieff preguntas de este género:
—¿Es posible que haya alguna diferencia entre nosotros y aquellos que no tienen ninguna idea de esta enseñanza?
—¿Debemos comprender que fuera de los caminos, la gente está condenada a dar vueltas eternamente en un solo y mismo círculo, que no son otra cosa sino… «alimento para la luna», que no hay para ellos ningún escape, ninguna posibilidad?
—¿Acaso es justo pensar que no hay ningún camino fuera de los caminos? y, ¿cómo es posible que algunos hombres, tal vez entre los mejores, no encuentren ningún camino, mientras que la posibilidad de encontrar uno se ofrece a otros hombres, débiles e insignificantes?
Volvíamos sin cesar a este problema. Anteriormente Gurdjieff siempre había insistido sobre la imposibilidad de encontrar cualquier cosa fuera de los caminos. Sin embargo, un día empezó a hablarnos de manera bastante diferente:
—No hay nada, y no puede haber nada que distinga particularmente a los que toman contacto con «los caminos». En otros términos, nadie los escoge, ellos mismos se escogen, en parte por accidente, en parte porque tienen “hambre”. El que no está hambriento no puede ser ayudado por accidente. Pero quienquiera que sienta muy fuertemente este “hambre” puede ser llevado por accidente al punto de partida del camino, a pesar de las circunstancias desfavorables.
—Pero ¿qué decir de aquellos que han sido matados en esta guerra por ejemplo, o han muerto por enfermedad? Preguntó alguien. ¿No hay entre ellos muchos que han podido tener este hambre? ¿Y de qué les ha servido entonces?
—Es totalmente diferente, dijo Gurdjieff, esos hombres han caído bajo una “ley general”. No hablamos de ellos ni podemos hacerlo. Sólo podemos hablar de aquellos que, gracias a la suerte, al destino, o a su propia habilidad, escapan a la “ley general”, es decir, de aquellos que se mantienen fuera de la acción de toda ley general de destrucción. Por ejemplo, las estadísticas nos señalan que cada año en Moscú, cierto número de personas cae bajo los tranvías. Por grande que sea el hambre de un hombre, si se cae bajo un tranvía y si el tranvía lo aplasta, ya no podemos hablar de él desde el punto de vista del trabajo, desde el punto de vista de los «caminos». No podemos hablar sino de aquellos que están vivos y sólo mientras estén vivos.
Los tranvías o la guerra es exactamente la misma cosa. Una simple cuestión de escala.
Hablamos aquí de aquellos que no caen bajo los tranvías.
Si un hombre tiene hambre, tiene la posibilidad de encontrar el comienzo del camino. Pero fuera del hambre, se necesitan otros «rollos». De otra manera no verán jamás el camino. Imagínense que un europeo culto, es decir un hombre que no sabe nada sobre la religión, encuentra la posibilidad de un camino religioso. No verá nada ni comprenderá nada. Para él eso será estupidez y superstición. Y sin embargo, puede que esté bien hambriento, aunque su hambre no se exprese sino por una búsqueda intelectual. Lo mismo es para un hombre que nunca ha oído hablar de los métodos de yoga, del desarrollo de la conciencia, etc., si se encuentra en presencia de un camino yoga, todo lo que oirá estará muerto para él.
Y el cuarto camino es aún más difícil. Para que un hombre pueda apreciarlo en su justo valor, tiene que haber pensado y sentido, tiene que haber estado decepcionado anteriormente por muchas cosas. Tiene que haber experimentado previamente los caminos del faquir, del monje, y del yogui, y si no, al menos haber tenido conocimiento de ellos, haber meditado sobre ellos y haberse convencido de que no son buenos para él…
No tomen al pie de la letra lo que acabo de decir; este proceso mental puede ser ignorado por el hombre mismo, pero sus resultados deben estar en él y sólo ellos pueden ayudarlo a reconocer el cuarto camino. De otro modo puede estar muy cerca y no verlo.
Pero es ciertamente falso decir que un hombre no tiene ninguna posibilidad si no entra en uno de estos caminos. Los «caminos» no son sino una ayuda; una ayuda dada a cada uno según su tipo.
Claro está, que los «caminos», los caminos acelerados, los caminos de evolución personal e individual, al ser distintos de la evolución general, pueden precederla, pueden conducir a ella; pero en ningún caso se confunden con esta evolución.
Que tenga lugar o no, la evolución general es otro asunto. Nos basta comprender que es posible, y que por consiguiente es posible la evolución para los hombres fuera de los «caminos».
Para mayor precisión, diremos que hay dos «caminos». El primero lo llamaremos el «camino subjetivo». Engloba los cuatro caminos de los cuales hemos hablado. El otro, lo llamaremos «camino objetivo». Es el camino de los hombres en la vida. No deben tomar demasiado literalmente los términos «subjetivo» y «objetivo». Sólo expresan un aspecto. Me sirvo de ellos porque no hay otras palabras.
—¿Sería posible decir: camino «individual» y camino «general»? preguntó uno de nosotros.
—No, dijo Gurdjieff, sería más impropio que «subjetivo» y «objetivo». El camino subjetivo no es individual en el sentido habitual de la palabra, pues este camino es un «camino de escuela».
Desde este punto de vista, el «camino objetivo» es más individual, porque permite muchas más particularidades individuales. No, es preferible conservar estos términos: «subjetivo» y «objetivo». No son del todo satisfactorios, pero los emplearemos con reserva.
Los que siguen el camino objetivo viven simplemente en la vida. Son aquellos a quienes llamamos “buena gente”. Para ellos no son necesarios los métodos o los sistemas particulares, se apoyan en las enseñanzas intelectuales y religiosas ordinarias, en la moral ordinaria, y viven según su conciencia. No hacen necesariamente mucho bien, pero tampoco hacen daño. Se trata a veces de personas totalmente simples y sin educación, pero que comprenden muy bien la vida, que tienen una evaluación justa de las cosas y un punto de vista justo. Y, claro está, se perfeccionan y evolucionan. Pero su camino puede ser muy largo y acarrear muchas repeticiones inútiles.
Desde hacía mucho tiempo deseaba que Gurdjieff me precisara algo sobre la repetición, sobre la idea de la “eterna recurrencia”… pero él siempre lo eludía.
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