PRIMERA SENSACIÓN DEL RECUERDO DE SÍ VOLUNTARIA (P. D. OUSPENSKY)

publicado en: Cuarto Camino, P. D. Ouspensky | 0
Ouspensky 1Mi primera impresión fue que los ensayos de recuerdo de sí, o de ser consciente de sí, de decirse: Soy yo el que camina, soy yo el que hace esto, al tratar continuamente de experimentar la sensación de este yo — detenían los pensamientos.
Cuando tenía la sensación de mí, ya no podía ni pensar ni hablar: las mismas sensaciones se obscurecían. Por eso no se puede «recordarse a sí mismo» de esta manera sino por algunos instantes. Yo había ya hecho ciertos experimentos en «detener el pensamiento» del tipo de aquellos que son mencionados en los libios sobre el yoga, por ejemplo el libro de Edward Carpenter: From Adam’s Peak to Elephanta, aunque en este caso se trata de una descripción muy general. Los primeros ensayos de «recuerdo de sí» me hicieron recordar mis tentativas anteriores. En efecto, ambas experiencias eran casi idénticas, con la única diferencia de que al detener los pensamientos la atención está totalmente orientada hacia el esfuerzo de no admitir pensamientos, mientras que en el acto del «recuerdo de sí» la atención se divide: una parte se dirige hacia el mismo esfuerzo, otra hacia la sensación de sí. Esta última experiencia me capacitó para llegar a una cierta definición, posiblemente muy incompleta, del «recuerdo de si», que sin embargo probó ser muy útil en la práctica. Yo hablo del recuerdo de sí, en lo que se refiere a la división de la atención: siendo ésta su rasgo característico. Me la representé de la siguiente manera: Cuando observo algo, mi atención está dirigida hacia lo que observo.
Diagrama
Cuando, al mismo tiempo, trato de recordarme a mí mismo, mi atención está dirigida a la vez hacia el objeto observado y hacia mí mismo.
Diagrama 2
Habiendo definido esto, vi que el problema consistía en dirigir la atención sobre uno mismo sin permitir que se debilite o se eclipse la atención dirigida sobre el fenómeno observado. Más aún, este «fenómeno» podía estar tanto dentro de mi como fuera de mí. Las primeras tentativas de hacer tal división de la atención me mostraron su posibilidad. Al mismo tiempo hice otras dos comprobaciones. En primer lugar vi que el «recuerdo de sí» resultante de este método no tenia nada en común con la «introspección», o el «análisis». Se trataba de un estado nuevo y muy interesante, con un sabor extrañamente familiar. En segundo lugar comprendí que momentos de recuerdo de sí ocurren de hecho en la vida, aunque raras veces, y que sólo la producción deliberada de estos momentos creaba la sensación de novedad. Yo había tenido además la experiencia de tales momentos desde mi más temprana infancia. Llegaban, ya sea cuando me encontraba en circunstancias nuevas o inesperadas, en lugares nuevos, entre extraños, por ejemplo durante un viaje; uno súbitamente mira a su alrededor y se dice: «¡Qué extraño! ¡Yo, y en este lugar!», o en momentos muy emocionales, en momentos de peligro, en momentos en que es necesario conservar la cabeza, cuando uno oye su propia voz y se ve y se observa a sí mismo desde afuera. Vi muy claramente que los primeros recuerdos de mi vida, que en mi propio caso eran muy tempranos, habían sido momentos de «recuerdo de si». Y en el mismo instante tuve la coherentes y oportunas.
Había salido de la cigarrería, telefoneado a mi departamento en la Liteyni y luego al impresor. Había escrito dos cartas. Luego había regresado a la casa nuevamente y retomado la Nevsky por la acera izquierda hasta la puerta Gostinoy con intención de llegar a la Offitzerskaya. Luego había cambiado de opinión porque se estaba haciendo tarde. Había tomado un trineo para ir a la imprenta en la Kavalergardskaya. Y por el camino, mientras me dirigía por la Tavricheskaya comencé a sentir una extraía inquietud, como si hubiese olvidado algo. Y de pronto me acordé de que había olvidado recordarme a mí mismo. Hablé acerca de mis observaciones y deducciones a las personas de nuestro grupo así como a varios amigos literatos y otros. Les dije que éste era el centro de gravedad de toda la enseñanza y de todo trabajo sobre uno mismo; que ahora, el trabajo sobre sí ya no era una palabra, sino un hecho real, pleno de significación, gracias al cual la psicología se convertía en una ciencia exacta y al mismo tiempo práctica. Dije que la psicología occidental había pasado por alto un hecho de una importancia prodigiosa, es decir, que no nos recordamos a nosotros mismos; que vivimos, actuamos y razonamos en un sueño profundo, en un sueño que no tiene nada de metafórico sino que es absolutamente real, y sin embargo, que podemos recordarnos a nosotros mismos si hacemos los esfuerzos suficientes: QUE PODEMOS DESPERTARNOS.
P,D, OUSPENSKY
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