¿Quién fue George I. Gurdjieff? Se conocen muchos pasajes de su vida gracias a testimonios de los que convivieron con él o fueron sus discípulos, pero gran parte de ella debe reconstruirse con lo que él mismo escribía en sus libros. De hecho, el primer libro sobre su vida apareció en 1949, año en que falleció el pensador. Su autor, John Bennett,
afirma:
Quienes se interesan por estos temas saben desde hace muchos años que vino a Occidente un notable maestro en la persona de un hombre de quien se decía que había conseguido acceder a fuentes de conocimiento inalcanzables hasta ahora para cualquier otro occidental.
Ni siquiera se sabe a ciencia cierta el año en que nació. Bennett afirma que la fecha de nacimiento en su pasaporte era 28 de diciembre de 1877, pero Gurdjieff siempre afirmó que había nacido un 1 de enero del calendario juliano (lo que corresponde al 13 de enero en el nuestro), mucho antes de 1877. De hecho, Bennett, en Witness, había señalado 1866 como fecha de nacimiento, según la afirmación misma de Gurdjieff. James Moore también propone este año como el real en su obra Gurdjieff: the anatomy of a myth, no sólo porque Bennett así lo hizo, sino porque en el transcurso de una reunión en París, el 16 de diciembre de 1943, Gurdjieff declaró:
Tengo 78 años y he perdido muchas de mis ilusiones.
En cambio, en Lo oculto Colin Wilson acepta, como fecha más probable, la de 1873.
Considerando 1873 como su fecha de nacimiento, su nacionalidad era la turca, ya que la
ciudad donde nació, Gumru, cayó en manos rusas durante la guerra ruso-turca de 1877.
Ese lugar se rebautizó entonces con el nombre de Alexandropol en memoria del padre del
zar; en 1924, esa ciudad se llamó Leninakan y por último, Kumayri, desde 1991.
Gurdjieff fue el primer hijo del matrimonio compuesto por su padre griego y su madre
armenia, que se trasladaron en 1878 a la cercana ciudad de Kars, que había sido capturada
por los rusos en 1877 y donde fueron exterminados muchos de los habitantes turcos. Siendo
un enclave donde ninguna cultura ni religión se habían asentado todavía, es lógico suponer
que Gurdjieff se criara en un ambiente de inseguridad y desarraigo que pudieran ensalzar
una voluntad de sobrevivir, de ser uno mismo, y al mismo tiempo, de duda. Su padre poseía
ideas muy sólidas sobre la educación de los hijos, la cual, según él, debería basarse sobre
los cuatro mandatos siguientes:
– Amar a los padres.
– Guardar la pureza sexual.
– Demostrar igual cortesía respecto a todos, ricos o pobres, amigos o enemigos,
poderosos o esclavos, de cualquier religión, pero interiormente ser libre y no dar
demasiada confianza a nada ni a nadie.
– Amar el trabajo por sí mismo y no por la ganancia obtenida.
Desde la ruina de la familia debido a una epidemia de peste en el ganado, su padre se
dedicó a trabajar de carpintero. Era un ashok o bardo, es decir, un poeta que recitaba
oralmente los viejos mitos, como la Epopeya de Gilgamesh. Este hecho pudo tener como consecuencia que Gurdjieff mantuviera fuertes lazos con el pasado. Gurdjieff se impresionó al comprobar un día, leyendo una revista de arqueología, que se habían descubierto antiguas tablas de la Epopeya en Babilonia y que los versos recitados en dicha revista coincidían con los que pronunciaba su padre:
Experimenté una emoción tan intensa que era como si mi futuro dependiera de todo ello.
En 1878, su familia se trasladó a una ciudad más grande, Kars, que acababa de ser
conquistada por la armada rusa. Su padre continuó trabajando allí como carpintero, pero lo
más relevante es que entabló amistad con el arcipreste de la iglesia militar de Kars, el padre
Borsch, que fue el primer maestro del joven George. Parece que Borsch le inculcó las bases
de lo que Gurdjieff estudiaría durante toda su vida: sus observaciones sobre las leyes generales de la naturaleza humana.
En 1883, Gurdjieff comienza su vida independiente trasladándose a vivir y trabajar a Tiflis (luego Tbilisi, en 1917), capital de Georgia, como fogonero en la estación de ferrocarril de esa ciudad. Allí entabló amistad con muchos de los que deberían convertirse más tarde en los miembros de su grupo y que nombró, en 1885, los «Buscadores de la Verdad». Durante su vida, sus principales seguidores fueron Bennett, Ouspensky y Hartmann. Sarkis Pogossian, un estudiante de teología e hijo de un tintorero turco, fue también una de sus grandes amistades.
Gurdjieff se sintió atraído por una serie de poderes que creía tener y que, más tarde, los
diversos seguidores, como testimonios de su vida, lo confirmaron en diversos libros. Según
él mismo, durante su infancia fue testigo de ciertos episodios de supersticiones y milagros, bastante numerosos en aquella época en el Asia soviética, que más tarde relataría y fueron la base para su filosofía de la vida y el descubrimiento de sus «poderes», así como para la búsqueda de este «conocimiento oculto», que no todo el mundo poseía y que él creía que
procedía de la antigüedad. Ouspensky, preocupado también por lo oculto, aunque no
participó en la inauguración del primer instituto de enseñanza que fundó Gurdjieff en octubre de 1920, buscó al principio un maestro de lo oculto en la India, pero no queriendo establecerse allí, regresó a Moscú. En su primera entrevista con Gurdjieff, Ouspensky pensó que era un charlatán místico, pero tras hablar sobre filosofía oriental y sobre la búsqueda de
la verdad, comprendió que Gurdjieff había experimentado la mayoría de las cosas sobre las que hablaba.
Parece ser que durante su infancia y adolescencia vivió un número mayor de acontecimientos extraños de lo que podría parecer normal.
Siendo muy joven, Gurdjieff oyó un día gritar a un niño; vio que un grupo de niños había trazado en el suelo un círculo en torno a un niño yazidí (los yazidíes eran una secta religiosa, y a sus miembros se los consideraba adoradores del diablo), y éste no podía salir del círculo. El muchacho pudo escapar en cuanto Gurdjieff borró una parte de dicho círculo.
Él mismo se quedó sorprendido y empezó a preguntar a unos y otros lo que había sucedido en realidad. Una de las respuestas fue que se trató simplemente de una forma de histeria. Años después, Gurdjieff ensayó el experimento con una mujer yazidí. Hizo un círculo en torno a ella y ésta fue incapaz de salir de él, hasta que recurrió a un hombre fuerte para que la arrastrara hacia fuera.
Cierta vez que iba con un grupo de peregrinos de Alexandropol a la tumba de un santo en el
monte Djadjur, Gurdjieff vio a un paralítico que se arrastraba hasta la tumba del santo y que luego se alejaba caminando por su propio pie después de curarse. Todos estos acontecimientos, y muchos más, convergieron en la mente del joven George, cuya curiosidad no pudo resistir la búsqueda del porqué.
Durante la época con Pogossian en Tiflis, la orientación de Gurdjieff fue básicamente religiosa; su familia quiso que fuera sacerdote, y Pogossian seguía también el sacerdocio. Según el mismo Gurdjieff, viajaron juntos hasta Echmiadzin, el equivalente a La Meca, «con la esperanza de encontrar respuestas a los interrogantes sobre el mundo sobrenatural que me atormentaban». Relató sus visitas a todos los lugares de peregrinación y cómo rezaba en los santuarios. De vuelta a Tiflis, abandonó su profesión en la estación y decidió dedicarse a la lectura y al estudio junto con Pogossian. Compraron diversos textos armenios antiguos y se trasladaron a Ani, antigua capital de Armenia. A partir de entonces, emprendieron la búsqueda del conocimiento que permitía tener poder sobre las personas. Pero no deseaba el poder en sí mismo, sino como una herramienta que le respondiese por qué un niño yazidí no podía salir de un círculo, por qué una determinada nota musical hacía entrar en trance a una niña… Para ello buscaron la hermandad Sarmoung, cuyos orígenes descubrieron explorando la antigua capital armenia. En el curso de sus viajes,
Gurdjieff visitó Constantinopla (hoy Estambul), Turquía, Egipto, Arabia, Suiza, Italia, Creta, el Turquestán, Irak, Irán, el Tíbet y la India, antes de su regreso a Rusia y el principio de la difusión de sus ideas. Decidió no utilizar más sus poderes para su gratificación personal, sino con una finalidad científica, tras hacerse la reflexión de que los diferentes poderes y
conocimientos que había adquirido durante los últimos años sólo le habían servido para alimentar su vanidad, su orgullo:
Además, se sentía más una máquina que ser un humano, concepto que constituyó parte importante de sus teorías. Fue en ese momento cuando decide convertirse en maestro y dejar de ser un simple hipnotizador o mago (durante unos años, seguramente entre 1891 y 1910, ejerce de hipnotizador profesional, como confirma Bennett en Gurdjieff: making a new wor1d. La razón era que «existía entre los hombres una […] psicosis muy extendida», conocida como ocultismo o espiritismo. En el Asia central soviética existía un interés extremo por todas las formas de ocultismo y misticismo, por las sesiones de espiritismo y por la cura espiritual. Muy probablemente Gurdjieff llegó a la conclusión de que sabía más sobre «conocimiento oculto» que todos los ocultistas y místicos juntos. Su búsqueda de círculos espiritualistas y teosóficos le resultó fácil, como él mismo afirmó más tarde. Gurdjieff escribe que, en un período corto, pasó a ser considerado como un gran maestro de todo el
conocimiento sobrenatural. Su objetivo fue entonces formar un círculo de discípulos preocupados únicamente de buscar y encontrar el poder sobre sí mismos.
Como narran Ouspensky, en Fragmentos de una enseñanza desconocida, y de una forma más detallada, Thomas y Olga Hartmann en Our life with Mr. Gurdjieff, desde los primeros avisos de la revolución bolchevique Gurdjieff abandona Moscú y persigue la instrucción de sus alumnos en el sur de Rusia, cerca del Cáucaso. Cuando tuvo la absoluta convicción de que la «Santa Rusia» iba a sucumbir al comunismo, atravesó a pie el Cáucaso con los alumnos que más lo apreciaban. El viaje lo comenzó hacia 1918 con el beneplácito de la administración soviética, bajo el pretexto de constituir una expedición científica cuyos fines eran la búsqueda arqueológica y de minas de oro en las montañas que rodean el monte Induc.
La primera etapa, la más fácil, se hizo en tren desde Essentuki a Maikop, donde comenzó el
trayecto a pie hasta Sochi, a orillas del mar Negro; allí, el grupo cogió un barco que los llevó
hasta Ponti, y un tren hasta Tiflis, ciudad a la que llegaron en enero de 1919. Es en Tiflis
donde Gurdjieff admite a Jeanne de Salzmann y a su marido, Alejandro, como alumnos. También allí es donde funda su primer instituto para el desarrollo armónico del hombre. Preparó y puso en circulación un prospecto, que él mismo reprodujo en su primera obra publicada, Herald of Coming Good. A través de dicha obra se conocen los mecanismos que rigieron el funcionamiento del instituto que fundó:
– El instituto acepta a personas adultas de ambos sexos hasta la edad de 60 años, y a
niños a partir de los 4 años.
– Los que se inscriben están divididos en tres categorías:
– La primera comprende las personas que [pretenden] el desarrollo de sí
mismos después de un programa que les será especialmente preparado.
– La segunda comprende las personas que se inscriben con la intención de
estudiar uno o más temas a su elección, e igualmente las personas que
desean curarse por los métodos del instituto.
– La tercera comprende las personas que desean solamente escuchar las
conferencias generales y estudiar un solo tema, que les será indicado por
el instituto. Algunas de estas conferencias, así como el programa práctico,
sólo serán accesibles a los alumnos de la primera categoría.
– Las personas de la primera categoría se dividirán en tres grupos en un futuro: el
grupo Exotérico, el grupo Mesotérico y el grupo Esotérico.
Este instituto en Tiflis sólo tuvo una existencia efímera y, en 1920, Gurdjieff llegó a
Constantinopla, donde encontró a John Benett e intentó implantar de nuevo su instituto. Sin
embargo, este centro no duró más tiempo que el de Tiflis, y Gurdjieff abandonó
Constantinopla y Asia en agosto de 1921, y llegó por carretera a Alemania.
Fue en Berlín, el 24 de noviembre de 1921, donde Gurdjieff impartió su primera conferencia
en Europa. Alemania tampoco fue el país que el pensador eligió para establecerse con sus
fieles discípulos y seguir su instrucción. Después de una breve tentativa de obtener un
permiso de estancia en Gran Bretaña, Gurdjieff se decidió finalmente por Francia.
El 1 de octubre de 1922 fundó el Instituto para el Desarrollo Armónico del Hombre en
Fontainebleau-Avon, el Prieuré. Fue aquí donde el filósofo transmitió lo esencial de su
sistema, que él calificaba entonces de «Gaida yoga». Otro nombre que Gurdjieff dio a su
enseñanza fue la de «cristianismo esotérico».
En la primavera de 1924, Gurdjieff llegó a Estados Unidos por primera vez y organizó unos
grupos; a su salida dejó a A. R. Orage como director de los grupos en Nueva York y
representante de Gurdjieff en América. Poco tiempo después de su vuelta a Francia,
Gurdjieff se hirió gravemente el 8 de julio de 1924 en un misterioso accidente de tráfico, que
le provocó un estado de coma que duró varias semanas. La mayoría de los médicos que lo
visitaron no creían que sobreviviría. Cuando recobró la consciencia, el 26 de agosto, cerró
su Instituto para el Desarrollo Armónico del Hombre y decidió impartir sus enseñanzas por
escrito.
En París, en su piso de la calle Pereire número 47, fue donde el 16 de diciembre de 1924
surgieron las primeras líneas de su obra entonces llamada La conversación de un viejo
diablo con un joven diablo, que dictó a Olga Hartmann. La primera versión de la obra,
conocida actualmente con el nombre de Relatos de Belcebú a su nieto, se terminó en noviembre de 1927, pero Gurdjieff continuó su revisión y la perfeccionó hasta su muerte.
En junio de 1925 falleció su madre. Un año después, en 1926, perdió a su mujer, conocida
como Madame Julia Osipovra Ostrowska, debido a un cáncer, a pesar de todos los esfuerzos de Gurdjieff por prolongar su vida mediante un tratamiento especial. Piotr Demianovitch Ouspensky y su mujer, Sophia Grigorievna, asistieron a su funeral.
Entre los años 1924 y 1939, Gurdjieff continuó escribiendo. A partir de 1929 visitó América
varias veces. Durante su segunda visita, en 1930, Gurdjieff se separó definitivamente de
Orage, que regresó a Inglaterra en 1931 y murió cuatro años más tarde sin haber vuelto a
ver a Gurdjieff.
El mismo año 1930, el pensador obligó a dos de sus alumnos más antiguos, Thomas y Olga
Hartmann, a abandonarlo, y al año siguiente, 1931, hizo partir a Ouspensky y a su esposa hacia Inglaterra, donde Ouspensky continuó transmitiendo las enseñanzas de Gurdjieff.
En 1933 aparece en francés y en otras lenguas, la primera obra publicada de Gurdjieff, Le
héraut du bien qui viendra, pero al año siguiente desaprueba su libro y destruye todos los
ejemplares que puede encontrar. También en 1933 vende el Prieuré, donde estaba instalado
el instituto, y Gurdjieff se traslada a vivir a París, y en 1935 emprende varios viajes por
motivos desconocidos: Alemania, Unión Soviética y Asia central. A su vuelta, constituye su
primer grupo en París, donde los miembros son principalmente mujeres estadounidenses.
Hasta 1935, la mayoría de sus alumnos eran británicos o estadounidenses. Su grupo
francés, siempre dirigido por Madame Salzmann, además de René y Vera Daumal, contaba
entre sus miembros con Luc Dietrich, Philippe Lavastine, Henri Tracol y Henriette, su
primera esposa, que más tarde, con el nombre de Madame Lannes, fue directora de los
grupos británicos.
El número de alumnos franceses, a pesar de las dificultades de reunirse regularmente
durante la ocupación nazi de París, no cesó de aumentar. Tras la muerte de Ouspensky, los alumnos de Gran Bretaña, con el consejo de la viuda de éste, fueron a París para reencontrar a Gurdjieff y comenzar a trabajar con él.
En agosto de 1948, Gurdjieff sufre graves lesiones en un accidente de tráfico, pero se
recupera con una rapidez sorprendente. El coche que conducía por la carretera hacia
Cannes colisionó con un camión, cuyo conductor, que estaba ebrio, resultó muerto.
Gurdjieff se encontró empotrado en su coche de tal manera que los equipos de salvamento
necesitaron una hora para sacarlo de allí. Gurdjieff conservó su consciencia durante todo
ese tiempo. Una vez en el hospital, donde lo trasladó una ambulancia, se constató que
sufría laceraciones en la cara y varios cortes, además de fractura del esternón y,
probablemente, lesiones en el cráneo y los pulmones y hemorragia interna.
No quiso permanecer en el hospital y marchó a su casa, donde John Bennett fue testigo de
su llegada y guardó en su memoria la siguiente descripción:
Gurdjieff salió lentamente del coche. Su ropa estaba cubierta de sangre. Su cara estaba a
negra y tumefacta. Su apariencia era tal que me di cuenta de que miraba a un hombre
moribundo. Pero no es ni siquiera la expresión correcta. De hecho, era un hombre ya muerto;
un cadáver que salía del coche pero que, sin embargo, andaba. Yo tenía escalofríos, como si hubiera visto a un fantasma. No creía que él pudiera permanecer así en pie. Pero Gurdjieff penetró en el edificio, tomó el ascensor y entró en su piso. Yo lo seguía como alguien en estado de hipnosis. Iba a sentarse dentro de la habitación y dijo: “Ahora, todos los órganos
están mal; debo fabricar otros nuevos”. Me vio y me dijo sonriendo: “Esta noche venga a cenar. Debo hacer trabajar el cuerpo”.
Diez días más tarde, Gurdjieff había conseguido estar en forma y reemprender su rutina de
vida y de trabajo. En diciembre de 1948, Gurdjieff viajó por última vez a América. Allí encontró a la viuda de Ouspensky, que contaba con un grupo de alumnos muy devotos, y le autorizó la publicación de Fragmentos de una enseñanza desconocida, que había escrito Peter Ouspensky dieciocho años atrás pero había dudado en editar.
Gurdjieff, a su vez, se ocupó de una publicación inminente en inglés, que constituyó la primera serie de su obra magistral, Relatos de Belcebú a su nieto. De hecho, esta obra apareció en 1950, tras su muerte.
La segunda obra, Encuentros con hombres notables, apareció en 1960 en francés, y en 1963 en inglés, y la tercera serie, La vida es real sólo cuando «yo soy», se publicó en inglés en 1976. Muchos autores dudan que estas obras sean íntegras, ya que Gurdjieff quemó gran parte de su obra poco antes de su muerte. Durante los últimos años de su vida, tras la Segunda Guerra Mundial, Gurdjieff continuó, con la ayuda de la esposa de Salzmann, impartiendo enseñanzas a sus grupos de París, donde los alumnos franceses eran cada vez más numerosos.
Una de sus maneras de transmitir su método práctico consistía en efectuar numerosos viajes con sus alumnos en diversos coches, uno de ellos conducido por Gurdjieff, a través de Francia e incluso hasta Suiza. Quienes participaron no pueden calificar la experiencia de otra manera que de «extraordinaria». Tales viajes parecen tener un valor didáctico inestimable para los participantes, que de este modo contaban con la posibilidad de observarse en unas condiciones poco habituales.
La última de sus excursiones tuvo lugar el 8 de octubre de 1949, hacia La Grande Paroisse, castillo situado cerca de Fontainebleau y que Gurdjieff había adquirido para su hermana. Una vez en carretera, ya sea accidentalmente o de una forma intencionada, se perdió en el bosque de Fontainebleau, lo cual preocupó a los otros conductores que iban en los automóviles que lo acompañaban. Tras deambular por varios caminos, finalmente encontró el camino hacia la casa de su hermana.
La noche del viernes 14 de octubre, Gurdjieff se encontró mal durante la clase de movimiento y, por orden de sus médicos, debía hacer reposo durante al menos quince días. Pero no obedeció, y el 21 de octubre reanudó sus actividades diarias, que incluían paseos por el barrio y sus entradas en el café vecino, donde era un cliente habitual. A pesar de su resistencia inicial, aceptó dejarse examinar por el doctor William, de Nueva York.
El 26 de octubre ingresó en el Hospital Americano de Neuilly por orden del médico neoyorquino, quien acudió a verlo directamente desde el aeropuerto. Gurdjieff se encontraba aliviado por el drenaje del líquido que anegaba el peritoneo, pero éste dificultaba su respiración y su ritmo cardíaco. El 28 de octubre su estado empeoró súbita y rápidamente. Falleció a las 11 horas del sábado 29 de octubre. Cuatro días más tarde se celebraron los funerales en la catedral rusa de París y su cuerpo se inhumó en el cementerio de Avon, entre las tumbas de su madre y de su esposa. Ningún nombre aparece en su tumba, que únicamente se distingue de las demás por dos grandes menhires y un banco de mármol para uso de cualquier persona que quiera visitarlo y comunicarse con él. El 29 de octubre de cada año, los miembros de los grupos que siguen su enseñanza acuden
a la calle Daru, donde se ubica la catedral, para celebrar una misa de conmemoración y reunirse alrededor de su tumba.
Muchas anécdotas circulan alrededor de la figura de Gurdjieff. Quizá constituya una leyenda, algo que realmente no le hubiera gustado en absoluto, según las personas que lo conocieron, sin embargo tenía una manera muy particular de impartir sus enseñanzas, como describe Nicolás Tereshchenko en Le message de Gurdjieff:
Un día, Gurdjieff anunció que no había más dinero para continuar la obra y declaró que, para evitar el cese de las actividades, los alumnos debían aportar donativos en la medida de sus posibilidades, ya fuera en especies o en objetos de valor susceptibles de venderse. La señora Salzmann tenía un anillo que había heredado y que estimaba mucho. Sin dudar; lo entregó a
Gurdjieff, quien, después de examinarlo, se lo devolvió diciendo que por el momento podía guardarlo, ya que había recibido suficientes donaciones. Conocedora de tal anécdota, una estadounidense muy rica y avara, según cuentan los testigos, que poseía numerosas joyas de gran valor, se las entregó a Gurdjieff esperando que también se las devolvería. Pero esta vez, Gurdjieff se las guardó y las vendió, para tristeza de la estadounidense.
Otro día, el padre de uno de sus alumnos había ido a realizar una visita a su hija, que se
encontraba en el grupo de seguidores del pensador. Gurdjieff lo llevó a pasear a lo largo del
gran parque del Prieuré. En el transcurso del paseo, la hija fue a encontrarse con ellos e hizo una pregunta bastante frívola, según juzgó Gurdjieff. Aparentemente, se enfureció y la riñó hasta que aquella marchó llorando.
El padre, a punto de expresar su desacuerdo, iba a decir algo a Gurdjieff, cuando éste se volvió hacia él, con el rostro tranquilo y sin síntoma alguno de enfado, y le dijo: «Vea, papá, lo que me ha obligado a hacer. Usted no había nunca reñido a su hija; ha sido una experiencia que ella no ha sufrido jamás y me he sentido forzado a hacerlo para que ella tenga, al menos una vez, experiencia de lo que es recibir violentos reproches.»
De hecho, hacia el término de su vida, Gurdjieff buscaba personas que fueran capaces de
beneficiarse de sus conocimientos, personas a quienes pudiera confiar su sabiduría y que
estuvieran preparadas para transmitir sus enseñanzas de una manera correcta.
Nora Sabater
Roberto Campos
!!!!ummmm. Interesante!!!! Sin duda un hombre sabio…..